La mano de mis dedos no se abre,
y los dedos de mis uñas que no dejan de escribir.
No se cansa la birome de mi tinta,
ni se oponen los renglones del papel.
El papel del escritor se ha terminado,
ya no quedan más regiones sin azul,
es preciso,
que el papel de los renglones sea otro,
que no tenga tantas rayas,
que me indican el camino que no asciende y siempre baja,
que no corten mis palabras,
tantas sílabas no quiero.
Que mis puntos y mis comas sólo dejen respirar,
que el aparte de mi punto sea tiempo de pensar,
que los puntos suspensivos no suspendan las lecturas,
que los puntos, los finales,
nunca impongan un final,
que el paréntesis se abra y no se cierre a los demás,
y los guiones no confundan,
soledad con —soledad.
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