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Opiniones

Actualizado: 30 may 2023

Cuando comenzamos a escribir, es normal que, para compartir lo escrito, mitigar nuestras inseguridades, o por algún otro motivo, comencemos a mostrar nuestras producciones a colegas y amigos. También es esperable que decidamos asistir a talleres literarios, donde habrá escritores con más experiencia que nosotros y de quienes podemos aprender. Por eso, debemos

entender que nadie tiene la verdad absoluta sobre nada. Por lo tanto, ni siquiera el escritor más experimentado tiene derecho a

decirnos que algo de lo que hemos escrito está bien o está mal. En los talleres literarios habrá escritores novatos y también otros más o menos experimentados, y cada uno tendrá sus preferencias, así como sus reticencias respecto a determinados estilos, temáticas, géneros, etc., de manera que, cuando alguno

comparta lo que ha escrito con el resto, los demás comenzarán, inevitablemente, a opinar, sugiriendo este cambio o señalando aquel acierto. Entonces, lo aconsejable es que el escritor principiante tome con pinzas todo lo que le digan, y que no acepte, automáticamente, nada de lo que le digan, ni siquiera si proviene de quien imparte el taller literario o del miembro más experimentado.

Esto no significa adoptar una postura de rebeldía rechazando todo lo que nos digan, ya que habrá muchas cosas que nos dirán

que, verdaderamente, nos ayudarán a mejorar como escritores. Esto es un hecho. De no ser así, los talleres literarios no tendrían razón de ser. No des nada por sentado sin meditarlo antes o recurrir a segundas y hasta terceras opiniones de todo lo que se diga en esos

sitios. Hasta un escritor realmente bueno, con muchos años de experiencia, y que se considere de mentalidad abierta, puede

emitir un juicio imprudente ante algo que, a todas luces, le parezca erróneo, fuera de lugar, o de cualquier otro modo que lo perciba

merecedor de una corrección. En todas las artes siempre hubo artistas que, por tener ideas innovadoras y realizarlas, fueron incomprendidos y sus obras rechazadas, ya sea por el resto de la comunidad de artistas, por el público, o por ambos. Pero con el pasar del tiempo, las obras de aquellos que no se resignan y continúan defendiendo su postura,

terminan, a veces, no sólo obteniendo reconocimiento, sino que hasta se convierten en obras de culto en algunos casos, y hasta suelen ser las precursoras del surgimiento de nuevos géneros o subgéneros. Teniendo en cuenta esto, cada integrante de un taller,

incluyendo sus coordinadores, y sobre todo estos últimos, deben procurar que sus sugerencias sean sólo posibles guías, para que la persona receptora de esas opiniones, previa meditación de las mismas, encuentre la manera de crecer en la escritura. Con esto

quiero decir que, lo que se debe evitar, es decirle a alguien cómo debe escribir, y qué palabras usar, para evitar que el autor del

texto corregido termine sintiendo que ese texto es más ajeno que propio, y acabe desencantado con su obra.

Otra advertencia a tener en cuenta es que, si se tratara de un cuento, no se debe ser taxativos acerca de cómo estructurarlo. La

clásica formula de introducción, nudo y desenlace, en ese orden, hace mucho que dejó de ser la única o la mejor manera de contar

un cuento. Puede usarse cualquier combinación de esos momentos y obtenerse de igual modo un buen cuento. Incluso

puede crearse un cuento con la ausencia de alguno de esos elementos, o hasta con la duplicación de alguno, obteniendo así

dos introducciones o dos nudos o dos desenlaces, por ejemplo, y que el resultado supere cualquier expectativa que nosotros y los demás hayamos podido prever.


De las reglas a sus excepciones


Si las reglas sirven para algo, es para guiar a quien escribe en el desarrollo de cierto orden dentro de su estilo. Bajo condiciones de orden es más fácil acercarse a la armonía. Esto, claro, siempre y cuando el autor no sienta que algunas reglas dificultan, en algún aspecto, la libertad de su estilo. Llegado el momento, quien escribe creerá dominar un orden proveniente de ciertas reglas, y puede, y quizás hasta deba, darse el permiso de

romperlas, para rearmarlas luego bajo la forma de otras, que también pueden combinarse para crear lazos estéticos, tendientes a la armonía de un nuevo y vanguardista estilo.

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