Cuando se habla de los grandes temas de la literatura universal —o bien, de los temas artísticos, o, por qué no, de los grandes temas a secas, ya que, no sólo dichos temas existen tanto dentro como fuera del arte, sino que existen en el arte porque primero han existido fuera de él, ya que el arte es reflejo de lo real—, no se logra un consenso, porque algunos postulan al amor, la vida y la muerte,
mientras que otros mencionan al amor, el deseo y la muerte, con el argumento de que la muerte incluye a la vida y viceversa, y otros destacan sólo dos: el amor y la muerte. Sean dos, tres o cuatro los grandes temas, no tiene importancia, porque, de cualquier modo, lo que escribamos se verá enmarcado dentro de alguno de ellos. El concepto “tema”, en este caso, hace referencia al aspecto general de una historia. Luego hay otro concepto, el “motivo”, que refiere al aspecto concreto de la historia. La diferencia reside en que, si el tema de nuestra historia es el amor, el motivo de la misma puede ser múltiple: el amor imposible, el amor platónico, el amor sensual, etcétera.
También suele decirse que ya está todo escrito, pero inmediatamente esta afirmación despierta en nosotros la duda, y comenzamos a preguntarnos si se refiere a los temas o a los motivos. Claramente han sido tratados todos los temas y muy al comienzo de la existencia de la literatura. En cuanto a los motivos, eso puede ser discutible, ya que la misma evolución de las sociedades puede dar lugar a
nuevos motivos literarios. Suponiendo que “ya está todo dicho”, hay quienes dicen que, aunque así sea, no está todo dicho de todas las maneras posibles. Y es en este punto donde todos podemos coincidir, ya que, aún después
de tantos libros escritos a través de los siglos, los escritores siguen encontrando nuevas formas de contar historias, por más que estas coincidan con muchas otras anteriores en tema y en motivo. Así que este parece ser el factor que alimenta desde siempre a la escritura, y que sigue posibilitando la
evolución de la Literatura.
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